Si estás organizando un viaje al Distrito Federal de México deberás saber que las actividades para realizar son incontables, pues al tratarse del centro urbano más grande e importante del país (cultural, histórica, económica y políticamente) y siendo uno de los centros financieros más significativos de toda América, ofrece infinidad de espacios para conocer.
Uno de los sitios que no podrás dejar de visitar estando allí es el Museo de la Ciudad de México. El edificio donde funciona es imponente y ya partiendo de eso podrás darte cuenta de la belleza del resto. Si bien se exponen obras interesantísimas y de gran nivel, se hacen infinidad de eventos, se desarrollan presentaciones de libros, conferencias, talleres y demás actividades culturales, los visitantes aprecian y quedan atónitos especialmente con la arquitectura del lugar.
La construcción en donde actualmente funciona es el Antiguo Palacio de los Condes de Santiago de Calimaya que además fue durante mucho tiempo la casa de familias con pomposos títulos nobiliarios que tuvieron peso en medidas tomadas por personalidades de jerarquía fundamental durante la época.
Las columnas, balcones, pasillos, arañas, escaleras, arcadas, ventanas, todo es de una belleza indiscutible y conforman un refinado y elegante recinto que deja boquiabiertos a turistas de todo el mundo. Ingresar al Palacio, hoy Museo, es entregarse a un viaje al pasado y a los orígenes de la sociedad mexicana. Durante unas horas sentirás que vives en aquella sociedad que se desarrolló hace cinco o seis siglo atrás y que dio el origen a las costumbres y hábitos que aun hoy pueden manifestarse.
La historia de esta majestuosa casa debe contarse haciendo referencia al siglo XVI cuando Hernán Cortés, el conquistador, se encargó de distribuir los solares más próximos al Templo Mayor entre sus allegados. Así, Juan Gutiérrez Altamirano (luego casado con una prima de Cortés) recibió uno de los solares con mejor ubicación. Su descendiente, Juan Gutiérrez Altamirano, contrajo matrimonio con una nieta del Virrey Luís de Velasco y recibió el título de Conde de Santiago de Calimaya en el año 1616. La familia Altamirano Velasco se encontraba atravesando un gran auge económico gracias a la alcurnia en la que estaba y es por eso que se calcula que la edificación del palacio haya comenzado por aquellas épocas, en el Siglo XVII.
Lo que se sabe con seguridad es que en el año 1777 la construcción fue remodelada a través de obras que estuvieron a cargo del arquitecto Francisco Antonio Guerrero y Torres quien hizo un gran esfuerzo por utilizar partes de la antigua estructura. El Palacio recibió modificaciones que le permitieron lucir elementos fundamentales para la usanza de aquel siglo. Se trata de una casa de dos plantas con dos patios (tal como se usaba para las casas señoriales), con una capilla familiar y que contiene elementos como la cabeza de una serpiente, leones que dan comienzo a las escaleras, mascarones, una fuente con forma de concha, etc.
A finales del siglo XIX la casa de los condes quedó situada en medio del área comercial y poco a poco se fueron ubicando tiendas en los locales de planta baja. Los herederos mantuvieron la costumbre de rentar los cuartos y así, alquilaban los de la planta baja y la alta del segundo patio y se reservaban para la familia Cervantes (últimos propietarios) las habitaciones de la planta alta que rodeaba el patio principal. De este modo, el Palacio se transformó en una especie de vecindad.
Recién cuando fue declarado Patrimonio Nacional se le dio la correspondida importancia como antiguo palacio y en el año 1960 se decretó que se convertiría en la sede del Museo de la Ciudad de México.
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