Es conocida la gran variedad de paisajes y de
encantos que podemos encontrar a lo largo y a lo ancho del territorio
mexicano, no hace falta más que llegar
hasta alguno de sus 31 estados y pasar a otro, o solo ahí, cambiar de ciudad en
ciudad y poder ver que en cada una de ellas encontramos algo que nos atrae, que
nos llama la atención y hasta que nos apasiona.
Es como si México guardara un secreto muy
preciado, desde épocas remotas en que la tierra se formó de manera tal que a
esta parte del mundo le fueron regalados los mejores paisajes del continente.
La belleza natural es innegable pero, sin embargo, no es la única.
Y es que existe una profunda e intensa historia
en México que no solo vemos en los libros sino que podemos ver, oír, tocar.
Cada pueblo, cada ciudad es un testimonio viviente de épocas pasadas y no
porque no hayan progresado sino porque han sabido respetar el patrimonio
cultural y arquitectónico que formó parte de su constitución.
Esto hace que cada visita sea aún más rica pues
es posible conocer, ir aprendiendo, tan solo con caminar por las calles del
destino elegido. Michoacán no es la excepción a esto que relatamos,
especialmente su capital, Morelia, que es un claro ejemplo de preservación del
patrimonio y del encanto de otras épocas.
En esta hermosa ciudad, una de las que más
encanto tienen en toda la extensión de México, podemos ver numerosas obras,
construcciones, casonas antiguas, que han sido fruto de una época pasada, de
otra concepción de lo estético, de estilos y modas que ahora pueden
considerarse clásicos, de apropiaciones culturales y del trabajo propio de las
personas que vivían en la zona.
Un ejemplo de este tipo de atractivos en Morelia
que son parte de un pasado y de una historia es la Antigua Alhóndiga ,
una construcción que se erige en pleno centro de la ciudad y que nos muestra
uno de los estilos que solían encontrarse en otros momentos en el diseño y las
fachadas de los inmuebles: el barroco.
Esta obra data del año 1774 y su primera función
fue la de ser un depósito de trigo que albergaba en su interior la cosecha de
esta materia prima. Como suele pasar con obras que forman parte del centro
mismo de la ciudad, esta construcción cambió su fin con el paso del tiempo y en
el año 1847 tuvo que ser acondicionada para luego permitir que funcionase como
una penitenciaría.
Pero el albergar trigo, presos y juzgados no fue
su único rol sino que también funcionó como Tribunal Unitario antes de la Revolución y sede del Colegio
San Rafael en la época del Imperio.
Si hablamos de lo meramente arquitectónico
podemos decir que este es uno de los atractivos en Morelia por sobradas razones
estéticas. Un patio central puede verse apenas ingresamos, lo que es una de las
características de las grandes casonas de otras épocas. Este patio en forma de
octágono se encuentra rodeado de arcos y un poco más allá ya podemos estar en
presencia de una majestosa escalera. Mirándola podemos imaginarnos las veladas
en las que habrá sido protagonista, los encuentros y diálogos entre las
personas que habitaron día a día estos lugares.
También encontramos algo que nos habla de la
identidad mexicana y que se reconoce como seña de la cultura en todas partes
del mundo: un ejemplo de la época dorada del muralismo mexicano. El mural que
tenemos la oportunidad de ver en este sitio es del artista Agustín Cárdenas, y
el motivo que se puede apreciar en el es la conmemoración del Primer Tribunal
de Justicia.
Vamos viendo entonces, tan solo con recorrer en
unos primeros pasos el edificio como esta obra es la conjunción de épocas y
estilos, desde la época de las cosechas, pasando por el rol como edificio de
justicia y del estado, la fachada que nos habla de la influencia extranjera
siempre presente en los pueblos latinoamericanos y la propia conformación de la
identidad mexicana y esa celebración de ella a través de sus mejores artistas y
del movimiento que hizo más conocido el arte de México. Siguiendo con la misma
historia de México podemos apreciar en los salones del segundo piso de este
edificio una decoración que nos muestra objetos de la cultura prehispánica,
terminando de completar el panorama de los años de formación del país.
Todo ello nos lleva a pensar como un lugar que es
parte de la misma cotidianeidad de los morelianos está atravesado por su misma
historia. Es imposible entonces, dejarlo de lado en un recorrido turístico, ya
que no solo podemos deleitarnos con la belleza sino recorrer la formación de un
país.
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